Nota:

Los artículos de la materia Columna de Opinión estarán identificados con un (OP) y los de Crónica Escrita, con un (CR).

20 septiembre, 2011

Galería Café Libro: sin galería, sin café y sin libros

(CR)
A las seis y media de la tarde, los restaurantes y bares del Parque de la 93 tienen apenas un par de mesas ocupadas. Diferentes ritmos ambientan la zona y poco a poco la gente va llegando de sus trabajos a pasar la noche del miércoles entre amigos. A medida que me voy acercando a Galería Café y Libro distingo a mis amigos, que me esperan en la entrada con una sonrisa. Fuimos allí por recomendación de mi padre, que dijo que la música es buena y el ambiente es agradable, por lo que tenía grandes expectativas con el lugar. Entramos y nos recibió el bouncer, que estaba parado junto a un cartel que dice ‘Aporte cultural: $10.000’. Él nos explica que quienes se ubican en la terraza no deben pagar para entrar, pero que quienes quieren ver el documental musical “Arista Son”, sobre el cantante colombiano Aristarco Perea Copete, y luego disfrutar de la fiesta, entonces sí debían hacer el aporte. 

Éramos los primeros clientes de la noche. Decidimos sentarnos en la terraza, que se veía más acogedora que el interior del lugar. Mis amigos querían un coctel y yo, un café para aliviar el frío de la noche. Un árbol de tronco grueso, abrazado por una manguera de luces amarillas y con un banquito de madera alrededor, atraviesa el techo, una especie de carpa de varios colores. Las sillas playeras de colores y el calor que emanan la chimenea y los calentadores me dan la sensación de estar en el Caribe. Por un momento creí estar en mi querido Puerto Rico, donde viví durante casi cinco años.

Nos sentamos frente a una pantalla grande donde se exhiben fragmentos de concursos de bailarines de salsa y alguno que otro video musical de artistas pop colombianos. Como me habían dicho que el sitio era exclusivo de salsa, nunca pensé escuchar Reggae, Jazz, el Son Cubano que tanto me gusta o música de Andrés Cepeda y Carlos Vives, lo que hizo de mi estadía en el lugar muy agradable, pues como dicen popularmente, en la variedad está el placer.

A pesar de que pasé un buen rato y la música fue de mi agrado, me quedé con las ganas de ver la galería, pues lo único que encontré fue una pequeña vitrina con joyas de piedras y diseños colombianos ubicada en la entrada. En realidad esperaba ver cuadros o pinturas expuestas en las paredes o al menos en algún rinconcito. Lo que más me llamó la atención del lugar fue la puerta del baño: la pintura de una Mona Lisa desfigurada, sin ropa interior, orinando. También me quedé con las ganas del café, que según me dijo el mesero, solo venden hasta las cuatro de la tarde.

 La proyección del documental, que debía empezar a las 8:30, inició a las 9:00 con apenas diez personas adentro y unas seis en la terraza. En mi parecer el evento no tuvo la acogida esperada porque no fue bien difundido. Aquella noche me quedó la sensación de desilusión, pues esperaba mucho más del restaurante. Al irme lo único que pensé fue “¿dónde está la galería, dónde está el café, dónde están los libros… y dónde está la gente que le da alegría y vida al lugar?”

14 septiembre, 2011

Tema crónica: Salsa en Bogotá

(CR)
La Salsa es un género musical que resultó de la fusión de ritmos e instrumentos africanos y españoles. Los primeros aportaron principalmente los tambores, mientras que de los segundos se adicionaron la guitarra, el piano y las trompetas. El género surgió como medio de adoración de los esclavos africanos a sus dioses. Más adelante, la nostalgia de los inmigrantes latinoamericanos, que habían ido a los Estados Unidos a buscar mejores oportunidades de  trabajo,  los llevó a tomar elementos del Jazz y mezclarlos con el ritmo ya existente, para aliviar de cierta forma esa tristeza por encontrarse en tierras lejanas. De esta manera surgió en Nueva York lo que hoy conocemos propiamente como Salsa. Algunos de los principales exponentes del género son el Gran Combo de Puerto Rico, Héctor Lavoe y Willie Colón.
En Colombia la Salsa llegó a finales de los años 60 con presentaciones en vivo de Richie Ray y Bobby Cruz. Las ciudades de mayor influencia de este ritmo fueron Barranquilla, Cali y Buenaventura. Los años 80 fueron la época dorada de la salsa caleña, pues nació el Grupo Niche, con una gran acogida entre el público. Algunos de los artistas colombianos más reconocidos en el género son Fruko y sus tesos, Grupo Guayacán, La 33, Catalina La O, Alquimia, entre otros.
En parte el auge y gran acogida de la Salsa se debe a la capacidad de sus canciones para conectarse con las vivencias cotidianas de las personas y de ser un medio de denuncia social ante las injusticias, aunque en ocasiones las letras hablen sencillamente del amor y la alegría de la vida.

11 septiembre, 2011

Mujeres, ¡A denunciar! (2)

(OP)
El maltrato a la mujer no es tema nuevo, ha estado siempre presente en la sociedad y parece no querer desaparecer, al menos por ahora. Recientemente, Hernán Darío 'El Bolillo' Gómez fue protagonista de un escándalo mediático por haber agredido físicamente a una mujer y fue tal la presión de los medios de comunicación que el Director Técnico de la Selección Colombia presentó la renuncia a su cargo. Afirmaciones como la de la senadora Liliana Rendón, quien dijo públicamente que “hay mujeres que incitan reacciones como  la del ‘Bolillo’”, buscan justificar lo injustificable. Por su parte, campañas como “Ni con el pétalo de una rosa”, desarrollada por Casa Ensamble y la Fundación Plan, luchan para erradicar definitivamente este problema social del que dos de cada tres mujeres es víctima en Colombia. 

En parte las culpables de que se presenten situaciones de violencia en su contra son las mismas mujeres, no porque se lo merezcan sino porque lo permiten. Justifican las acciones de quien las maltrata y no denuncian, o lo hacen pero la retiran antes de que la justicia pueda tomar acción contra el agresor. Hago un llamado de atención a la sociedad y especialmente a las mujeres, para que dejen de justificar todo acto de maltrato físico o verbal y sin temor tomen decisiones radicales que definitivamente las alejen de la situación de violencia en la que se ven involucradas.

Foto:David Schwarz
Alejandra Borrero, líder de la campaña
"Ni con el pétalo de una rosa"
Las cifras de maltrato en Colombia se refieren en su mayoría al físico, pues es el más denunciado, lo cual no significa que en nuestra sociedad no se presenten otras modalidades como el verbal, laboral o sexual, todas con un fuerte impacto psicológico en la víctima. La actriz Alejandra Borrero, quien desde el 2009 promueve el arte como medio de reparación a través Casa Ensamble, centro cultural que dirige, afirma que “la mayoría de las mujeres maltratadas no se atreven a denunciar a sus maridos o librarse del yugo brutal al que están sometidas por miedo a quedarse con las manos vacías, cuando no tienen empleo y se ven obligadas a asumir la crianza y la educación de sus hijos”, dijo en declaraciones al periódico El Espacio. Desafortunadamente el 73% de las colombianas maltratadas no han buscado ayuda (Encuesta Nacional de Demografía y Salud, 2010); en este sentido, el psicólogo Nelson Gómez manifiesta que “la permisividad es muy común en las víctimas. Muchas justifican ser maltratadas”. Entonces la situación de violencia se convierte en un ciclo y la culpa, en compartida. 

Liliana Rendón criticó al presidente Santos por pedir la renuncia de Hernán Darío Gómez a la Selección Colombia. En entrevista con Pregunta Yamid, la senadora del Partido Conservador alega que la acción del exdirector técnico debe verse como provocada pues, según ella, las mujeres tienen una patología que induce a este tipo de reacciones por parte de los hombres. ¿Cómo puede una senadora decir que “si mi marido me casca, yo me la gané, no porque yo acepte que me pegue sino porque tuve que haberlo jodido mucho”? Respecto a la violencia de género, Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas desde 1997 hasta el 2006, dijo que ésta “es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos. Mientras continúe, no podemos afirmar que estemos logrando progresos reales hacia la igualdad, el desarrollo y la paz”. Definitivamente ningún acto de agresión, ya sea contra un hombre o una mujer, puede ser disculpado; la cuestión es que el problema sigue existiendo porque no se denuncia o, lo que es peor, porque aún muchos lo siguen justificando.

El video, entre otras estadísticas, presenta la dolorosa cifra de colombianas que han sido víctimas de algún tipo de agresión, el 88 por ciento, y lo peor es que aún pocas lo denuncian. Cito al escritor estadounidense Isaac Asimov, quien dice que la violencia es el último recurso del incompetente. A la senadora Rendón, a las mujeres que siquiera por un instante hayan pensado que merecen ser maltratadas y a los hombres que alegan tener el derecho de ‘reprender’ a su pareja; les recuerdo el proverbio indio que dice “aunque tu mujer haya cometido cien faltas, no la golpees ni con una flor”, eso que desde pequeños les repiten y muchos parecen olvidar con los años.

La injustificable violencia contra la mujer sigue existiendo porque las víctimas lo permiten y no denuncian a su agresor por miedo a quedar solas, a cargo de sus hijos. Con la escandalosa cifra de colombianas víctimas de algún tipo de agresión queda la inquietud, ¿qué esperan para denunciar?

06 septiembre, 2011

Notas sobre los objetos que ocupan mi carro (A propósito de “Objetos que ocupan mi mesa de trabajo”, de George Perec")

(CR)
A pesar de haberlo comprado hace más de un año, mi carro todavía huele a nuevo. Aunque no son muchas cosas las que guardo en él, entre sus compartimientos sí hay ciertos elementos que, aunque no son indispensables, sí hacen del viaje más agradable y me siento preparada para todo. Dentro de uno de los portavasos hay una pequeña bandera de Colombia que compró mi padre por mil pesos en un semáforo, a propósito de la fiesta del 20 de julio. Resulta que vivimos ocho años fuera del país y ahora que volvimos él es más patriota que nunca, por eso disfruta pegando la banderita en el parabrisas, bajo el retrovisor. Yo, en cambio, no lo soy, por eso la quito y escondo cada vez que me subo al carro.
En el otro portavasos hay todo tipo de recibos y volantes arrugados en bolita. Además siempre hay empaques de dulces o galletas cuidadosamente amarrados en forma de nudo. Es algo que hago con absolutamente todos los empaques de lo que como, sin importar el tamaño. Es una manía que aprendí de mi madre, que lo hace desde que tengo memoria, y adopté porque la considero la mejor forma de reducir el tamaño de la basura. A veces pienso que se ha convertido en un trastorno, pues es inevitable hacerlo y he llegado al punto de doblar empaques que no son míos. Al lado, en el compartimiento para las monedas, hay unos seiscientos pesos repartidos en monedas de distintos valores, útiles para colaborar con los artistas callejeros e indigentes que buscan su sustento en los semáforos de Bogotá.
En la guantera está el manual de uso que nunca leí, pero que sigue ahí porque “uno nunca sabe”, una carpeta con los papeles reglamentarios, una caja de pañuelos Kleenex que escogí por su colorido diseño de sandalias playeras y un cargador de auto con adaptador, con el que cargo desde el celular hasta la batería de la cámara, pues siempre olvido hacerlo antes de salir de casa. Otra cosa que olvido con facilidad es llevar mi iPod, ¡y cómo quisiera no olvidarlo!, pues a decir verdad la repetitiva música de las tres emisoras que escucho me cansa; además soy feliz manejando y cantando con mis playlists de Ricky Martin y Ricardo Arjona.
En el apoyabrazos de la puerta hay pequeñas bolitas de aluminio: el empaque de los chocolates Noggy que me regaló mi amiga Stefanía y que como ansiosamente durante día y noche. El día que me los dio había un asado en mi casa. Mientras los viejos amigos de mis padres hablaban y veían el partido final del Mundial Sub-20 de fútbol, ella y yo tomábamos Baileys y resolvíamos el taller de Crónica Radial. 
Ahora que hablo de mi amiga, recuerdo aquel Halloween cuando me chocaron. El punto de encuentro para cantarle cumpleaños a nuestro amigo Jerónimo (que cumple el 30 de octubre) y salir todos juntos hacia la rumba, era el apartamento de Stefanía. Manejando por la 116, a tres cuadras de llegar, me encontré con que había algo de trancón. Ansiosa por la congestión, pero sabiendo que era poco el camino que faltaba, decidí relajarme y subir el volumen a la música, cuando sentí el golpe del carro de atrás. Yo, disfrazada, entaconada, peinada y maquillada, me bajé a revisar qué tan fuerte había sido el golpe. Estaba lloviznando y el de atrás no se bajaba. Temblando, no sé si de frío o de los nervios, descubrí que el bumper estaba entre el carro y el piso, colgando apenas de los lados. Entonces el chico del carro de atrás, quien además de joven y guapo resultó ser decente, se bajó y llamamos al Tránsito y a nuestros respectivos seguros. El carro salió como nuevo del taller, pero cada vez que paso por la Pepe Sierra recuerdo el choque y me duele que haya sido apenas tres meses después de comprarlo.
En fin, objetos y anécdotas que hacen de mi carro un lugar especial, una gran caja de recuerdos.

05 septiembre, 2011

La realidad más allá de A o B

(CR)
Los mitos nacen de afirmaciones de quienes, a pesar de no conocer algo, se avientan a dar explicaciones a la realidad que los rodea. El periodismo es uno más de los tantos oficios y profesiones que no se salvan de esta tendencia a crear imágenes idealizadas y estereotipadas de quienes lo ejercen y de la manera en que lo hacen. La periodista argentina Leila Guerriero, quien obtuvo el premio Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, se dio a la tarea de identificar y desmentir algunos de los mitos más ligados a la concepción del periodismo. Uno de ellos es la necesidad de mostrar siempre el lado fatalista de la vida. Según comenta Guerriero, “es probable que la crónica latinoamericana no esté contando la realidad completa, sino siempre el mismo lado B: el costado que es tragedia”.
En nuestro país, entre ciudadanos y periodistas existe la idea de que las noticias, crónicas y demás notas periodísticas deben siempre mostrar las historias más trágicas para ser llamativas y enganchar al lector, oyente o espectador. Como dice la periodista, la crónica colombiana tiene “cierto déficit a la hora de contar historias que no rimen con catástrofe y tragedia”, existe la tendencia a rechazar historias alegres, con un final feliz o aquellas en los que los protagonistas no pertenecen a las clases más marginadas. Esto podría deberse en gran medida a las mismas instituciones que premian los trabajos periodísticos, pues como afirma Guerriero, “los temas amables casi no consiguen premios”.
Considero que en Colombia hace falta cambiar la concepción de que lo más triste es lo que mejor acogida tendrá entre el público. Es hora de buscar otros temas que despierten sentimientos en el lector, pues no todo en la vida es una tragedia; también hay eventos y situaciones alegres con los que el público puede sentirse identificado, temas de la vida cotidiana como el amor, el nacimiento de una nueva vida, el éxito de un artista, acontecimientos graciosos y pequeños momentos que día a día logran que se soltemos una sonrisa.
Es importante informar sobre la realidad (toda la realidad) y no mostrar únicamente una parte sesgada de ésta; si bien es necesario denunciar las injusticias que diariamente se presentan en nuestra sociedad, los periodistas no somos el ente responsable de juzgar ni sentenciar a nadie, ni de conseguir que las personas solucionen sus problemas ni dejen de sufrir por las dificultades de la vida.