Nota:

Los artículos de la materia Columna de Opinión estarán identificados con un (OP) y los de Crónica Escrita, con un (CR).

21 octubre, 2011

Galería Café Libro: sin galería, sin café y sin libros (Corrección de narrador protagónico)

(CR)
A las seis y media de la tarde, los restaurantes y bares del Parque de la 93 tienen apenas un par de mesas ocupadas. Diferentes ritmos ambientan la zona y poco a poco la gente va llegando de sus trabajos a pasar la noche del miércoles entre amigos, costumbre que tienen algunos bogotanos desde 1994, cuando se abrió el parque gracias a la Asociación Amigos del Parque 93. A medida que me voy acercando a Galería Café y Libro distingo a mis amigos, que me esperan en la entrada con una sonrisa. Le doy a mi primo con un fuerte abrazo, pues llevábamos tiempo sin vernos, luego saludo a mi amigo, quien me presenta a una amiga suya. Antes de entrar les comento que fuimos allí por recomendación de mi padre, quien ha ido varias veces y me dijo que tiene música buena y el ambiente es agradable, por lo que tenía grandes expectativas con el lugar.

Aristarco Perea Copete
Entramos y nos recibió el bouncer, que estaba parado junto a un cartel que decía ‘Aporte cultural: $10.000’. Él nos explica que esa noche se proyectará el documental musical “Arista Son”, de la directora Libia Stella Gómez Díaz, sobre el cantante colombiano Aristarco Perea Copete. Arista, como es conocido artísticamente, en conversaciones con Juan Manuel Roca y Mariela Agudelo, expresó que a los ocho años ya había compuesto su primera canción: “se titulaba El Rosal y estaba dedicada a un amor platónico, a una muchacha que estudiaba en el internado en el que trabajaba mi hermana”. Cuenta que en su casa le prohibían a él y a sus hermanos hacer música, pero este artista era sordo ante los regaños de su padre, “eso me vino por vena y no fue posible que me dejara de interesar”
Éramos los primeros clientes de la noche. Decidimos sentarnos en la terraza, que se veía más acogedora que el interior del lugar. Mis amigos querían un coctel y yo, un café para aliviar el frío de la noche. Un árbol de tronco grueso, abrazado por una manguera de luces amarillas y con un banquito de madera alrededor, atraviesa el techo, una especie de carpa de varios colores. Las sillas playeras de colores y el calor que emanan la chimenea y los calentadores me daban la sensación de estar en el Caribe. Por un momento creí estar en mi querido Puerto Rico, donde viví durante casi cinco años; esa pequeña isla de donde emigraron hacia Nueva York salseros geniales, de la talla del Gran Combo, Eddie Palmieri, con su orquesta Revolución, y Tito Puente, con Santitos Colón. 
Nos sentamos frente a una pantalla grande donde se proyectaban fragmentos de concursos de bailarines de salsa y alguno que otro video musical de artistas pop colombianos. Como me habían dicho que el sitio era exclusivo de salsa, además de ésta y Son Cubano, no pensé escuchar Reggae, Jazz o música de Andrés Cepeda y Carlos Vives, lo que hizo de mi estadía en el lugar muy agradable, pues como dicen popularmente, en la variedad está el placer; en este caso, la variedad de música que ambienta el lugar.
A pesar de que pasé un buen rato y la música fue de mi agrado, me quedé con las ganas de ver la galería, pues lo único que encontré fue una pequeña vitrina con joyas de piedras y diseños colombianos ubicada en la entrada. En realidad esperaba ver cuadros o pinturas expuestas en las paredes o al menos en algún rinconcito (más delante descubrí que tras una gran puerta, cerrada en ese momento, el restaurante tiene un enorme salón, cuyas paredes sí están decoradas por pinturas de naturaleza). Lo que más me llamó la atención del lugar fue la puerta del baño: la pintura de una Mona Lisa desfigurada, sin ropa interior, orinando. También me quedé con las ganas del café, que según me dijo el mesero, solo venden hasta las cuatro de la tarde.
La proyección del documental, que debía empezar a las 8:30, inició a las 9:00 con apenas diez personas adentro y unas seis en la terraza. En mi parecer el evento no tuvo la acogida esperada porque no fue bien difundido. Aquella noche me quedó la sensación de desilusión, pues esperaba mucho más del restaurante. Al irme lo único que pensé fue “¿dónde está la galería, dónde está el café, dónde están los libros… y dónde está la gente que le da alegría y vida al lugar?”

No hay comentarios:

Publicar un comentario